Reflexiones sobre lo que va a venir

Mariano cruzó el Rubicón. Ayer en el Senado, el presidente del Gobierno de España se posicionó claramente a favor de la irreversibilidad del euro y abogó abiertamente por una integración fiscal europea y por la implantación de los llamados «eurobonos». Estas declaraciones, que suponen el reconocimiento explícito de la incapacidad (e indolencia) de la clase dirigente española para salir de la crisis confiando en las propias capacidades del país,  han sido también, probablemente, las  más importantes que va a hacer el presidente durante todo su mandato (cuya duración es cada vez más incierta) y que más van a hipotecar el futuro de España como ente soberano independiente durante las próximas décadas, quién sabe si de forma irreversible.

Estoy convencido de que la entrada de España en el euro fue un error, y también lo estoy de que la campaña a favor de su permanencia que, de forma incondicional, se lleva a cabo desde los poderes públicos, los medios de comunicación y las organizaciones empresariales del país no obedece a ninguna preocupación por el bienestar futuro del conjunto de la población española sino, simplemente, a una voluntad de salvar las posaderas (mezclada con paletismo) ante las consecuencias a corto plazo de una vuelta a la peseta que serían, básicamente, una suspensión de pagos de nuestra deuda, una devaluación de la nueva moneda con el consecuente empobrecimiento de la población y un agravamiento de la actual recesión.

Pero a estas lumbreras no les importa (o no parece importarles) el hecho de que la entrada en la unión monetaria ha supuesto para España, como mínimo, tres consecuencias negativas para su economía que arrastramos y seguiremos arrastrando mientras sigamos dentro de ese invento:

1ª. La pérdida de soberanía monetaria supone la imposibilidad de poder manejar los tipos de interés. Al depender éstos de las políticas del Banco Central Europeo, lo más lógico es que sigan los dictados de aquellos países cuyas economías generan más PIB dentro del conjunto (Alemania, fundamentalmente). ¿Problema? Pues, pura y simplemente, que dentro de esta unión monetaria nos encontramos economías que necesitan en un mismo momento, bajadas de tipos de para estimular el crédito (España) o subidas de tipos para evitar una excesiva inflación (Alemania). ¿Quién gana? Creo que la respuesta es evidente.

2ª. Una consecuencia que todo el mundo conoce es el encarecimiento de los precios por una inflación inducida en base a la creencia (puro pensamiento mágico) de que la pertenencia al euro frenaría los fenómenos inflacionistas a largo plazo. Diez años después, podemos decir con toda seguridad que el euro no es garantía de estabilidad de precios, y al españolito de a pie recordarle estas frases grandilocuentes probablemente le haga sonreír de forma sarcástica.

3ª. Al no tener una moneda propia, carecemos de poder para devaluarla y, por lo tanto, ser más competitivos a la hora de exportar nuestros productos. A día de hoy, cuando el sector exterior es el único que mantiene un buen comportamiento, la pertenencia al euro es un lastre. La Unión Europea supondrá, a medida que pasen los años, una proporción menor de nuestras exportaciones, ante el auge de los llamados países BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y, por lo tanto, nos deberíamos preocupar más de ellos que de un mercado como el europeo que está más que maduro.

Yo abogaría, pues, por una salida del euro que funcionaría como una terapia de «shock», con mecanismos para asegurar los ahorros de particulares que hasta la fecha estaban en la antigua moneda. En cuanto al resto del proceso de integración europea, creo sinceramente que para España el interés de la Unión Europea se tiene que limitar al hecho de tener un mercado común donde exportar nuestros productos sin aranceles (lo que era la CEE), y poco más.

A pesar de todo lo que acabo de exponer, estoy convencido de que no vamos a salir del euro y de que habrá unión fiscal y eurobonos, más tarde o más temprano (dependerá de que Angela Merkel gane o pierda las elecciones en Alemania el año que viene). La unión fiscal supondrá eliminar el último reducto de soberanía nacional para poder influir en nuestra economía puesto que no podremos ofrecer ninguna ventaja en ese campo a las empresas de fuera de la Unión que se quieran instalar en nuestro país, y los eurobonos serán la contrapartida que Alemania acabará concediendo para poder sostener el «statu quo» de los países miembros a cambio de que éstos paguen religiosamente sus deudas y sigan alimentando a la industria germana como mercados de consumo de sus productos. El resultado será que ya nos podemos ir olvidando de volver a crecer a un 3 o 4% anual y que seguiremos batiendo el récord de país de la Unión Europea con mayor tasa de desempleo (aunque baje el paro, sobre todo porque deslocalizaremos trabajadores a otros países de la Unión).

Me horroriza el nivel de pasividad de la población española ante el pasteleo bipartidista que hace todo lo contrario de lo prometido. Aunque lo consideraría deseable en aras de una mayor democracia real en España, dudo que haya una fractura en la Derecha española y que surja un segundo partido al estilo de lo que ha sucedido en Grecia con «Griegos Independientes». El falso consenso eurófilo requiere que nadie se mueva, que nadie cuestione las directrices que vienen «de arriba» y que nadie tenga la osadía de decir que son los ciudadanos quienes deciden cómo organizan su país; para ello, si hay que repetir elecciones (Grecia) o referéndums (Irlanda) con intolerables injerencias externas de por medio hasta que se consiga un resultado favorable, se repiten y listos.

Esto es lo que va a venir.

Esta entrada fue publicada en Sem categoria. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario